Con Madoff se acabó el glamour del delito de cuello blanco

'El secreto de Thomas Crown' y 'Ocean's Eleven' son dos buenos ejemplos de películas con ladrones adorables. Personajes intrépidos, atrevidos y avispados que se plantean la delincuencia casi como un juego. Tradicionalmente, los delitos de cuello blanco han tenido esa aura romántica y han sido tolerados socialmente, aunque puede que esos tiempos estén tocando a su fin.

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¿El último ladrón de guante blanco?

No es algo nuevo hablar de delitos de primera y de segunda división. Mucha gente ya había denunciado la permisividad existente hacia ese tipo de delincuencia y el modo en que la percepción social del robo y el peso de la ley se habían volcado más hacia una criminalización de las clases bajas. Algunos especialistas, como el catedrático de Derecho Penal José Luis Díez Ripollés, se quejaban en una conversación reciente sobre cómo algunos delitos, los económicos, los ecológicos o la corrupción urbanística, por ejemplo, no eran perseguidos con el mismo ímpetu que la delincuencia común.

Las causas de esta percepción son de lo más variopinto. Por ejemplo, siempre ha estado muy extendida la suspicacia de que las élites política y económica se han protegido mutuamente creando una justicia de clase. También se ha dicho que los delitos económicos provocan un daño mucho más abstracto al que se produce de forma violenta, por lo que la gente tiende a alarmarse en menor medida. Es un argumento que se hizo visible durante el juicio a Madoff cuando una de las víctimas aseguraba que se trataba de "un delito violento sin usar un arma". Sin embargo, los daños que se pueden originar a través de los delitos económicos pueden llegar a ser muy importantes y alterar el orden socioeconómico de manera notable.

A pesar de ello, el especialista en delincuencia económica Diego Gómez reconoce que en los últimos años se percibe un cambio en este sentido y la gente ya no es tan permisiva hacia estos comportamientos, algo que se va notando muy poco a poco. Por ejemplo, a través de ciertos cambios legales, como la inclusión en el Código Penal de 1995 de un título dedicado exclusivamente a los delitos contra el patrimonio y el orden socioeconómico. Del mismo modo, el anteproyecto de reforma del Código Penal que se encuentra en tramitación también incluye unas modificaciones, en cumplimiento de directivas europeas, que prevén una mayor persecución de los delitos económicos.

También Diego Gómez reconoce que a nivel mundial se produjo un antes y un después con la crisis de las puntocom, ya que se descubrió que muchas empresas habían falseado sus cuentas, lo que se tradujo en un endurecimiento de la regulación para acabar con este tipo de comportamientos. Sin embargo, las penas que tuvieron que afrontar los responsables de estos fraudes fueron relativamente pequeñas, si las comparamos con la de 150 años que ayer recayó sobre Bernard Madoff. Por ejemplo, Bernard Ebbers fue condenado únicamente a 25 años de cárcel por el escándalo de WorldCom. Era el mayor castigo por un delito económico en Estados Unidos hasta ayer.

Madoff, el ángel caído

(EFE)

Miriam Siegman, una de las víctimas de Madoff.

Los ladrones de guante blanco ya tienen a su ángel caído, Bernard Madoff, quien tiene que afrontar hasta 150 años de prisión. Se trata de una sentencia ejemplarizante que busca deslegitimar cualquier tipo de tolerancia hacia este tipo de delitos: "Tenemos que mandar el mensaje más duro posible", dijo el juez Denny Chin ante el culpable de una estafa que alcanza los 50.000 millones de euros, la más grande jamás contada.

En los últimos tiempos se han puesto muy de moda las sentencias ejemplarizantes, aquellas que, además de imponer justicia, tratan de transmitir un aviso a navegantes. Y eso no es una buena noticia, ya que desafía abiertamente la máxima kantiana de que hay que usar a las personas siempre como un fin, y nunca sólo como un medio. Pero en este caso nos interesa porque ilustra cómo el concepto de delito y de delincuente varía con el tiempo y es permeable a los vaivenes de la sociedad.

Ahora, en tiempos de crisis económica parece conveniente lanzar el mensaje de que los excesos no serán tolerados y así atraer la confianza de los inversores, muy mermada por episodios como el de Madoff, lo que dificulta la circulación del dinero y, por tanto, la recuperación económica que tanto persiguen los líderes de medio mundo. El endurecimiento contra estas conductas es una consecuencia más de los excesos del liberalismo y se ha constituido, según nos dice Diego Gómez, como una prueba más de que no se puede dejar todo en manos del mercado. Por último, la caída de Madoff puede suponer la puntilla a esa imagen del ladrón de guante blanco de la que se habla al principio del artículo, si bien hay quien piensa que esta sentencia no habría sido tan dura si entre las víctimas no se contaran tantas personas adineradas.