Ex jueces y fiscales instan a la ONU a reafirmar una moratoria de la pena de muerte

Naciones Unidas.-  Dos ex jueces y dos ex fiscales que estuvieron involucrados en casos de pena de muerte solicitaron hoy a la Asamblea General de la ONU que reafirme la resolución adoptada el año pasado que insta a una moratoria de la pena capital.

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(EFE)

El reo japonés Hakamada, el prisionero que lleva más tiempo en el corredor de la muerte, asegura que la confesión que llevó a su veredicto de culpabilidad en 1968 la extrajo la policía por la fuerza.

Los juristas relataron, en un acto organizado por Amnistía Internacional (AI) en la sede de Naciones Unidas, las experiencias personales que los han convertido en opositores a la pena de muerte.

La organización de derechos humanos respalda el proyecto de resolución presentado en la Asamblea General para reafirmar la declaración adoptada en 2007 que insta a una moratoria internacional de la pena de muerte.

"No se puede hablar de derechos humanos y al mismo tiempo apoyar la pena de muerte", valoró el ex magistrado jordano Muhamad Al Tarawneh, durante su intervención.

Aseguró que "la pena de muerte es un crimen cometido en nombre de la justicia" en el que el hombre se usurpa "un poder que el Creador no le ha concedido".

"¿Qué es lo que se puede hacer después de que se lleva a cabo una pena de muerte? No hay manera de corregir si se comete un error", apuntó.

El ex responsable de la fiscalía estatal de la ciudad tejana de San Antonio (EE.UU.), Sam Millsap, reconoció que su participación en el acto se debía a que cometió "un error" que lo hizo transformarse de un partidario de la pena capital "de toda la vida" a uno de sus más férreos opositores.

"Soy el único antiguo jefe electo de una fiscalía que acepta la responsabilidad de haber enviado a la muerte a un hombre posiblemente inocente", explicó.

Millsap señaló que fue él quien tomó la decisión de solicitar la pena de muerte en el caso de Ruben Cantu, un joven méxicoamericano al que durante un juicio, "con todas las de la ley", se encontró culpable de asesinar en 1984 a un obrero de la construcción durante un robo y por el que fue ejecutado en 1993.

Sin embargo, el único testigo que lo identificó como el responsable del asesinato reconoció diez años después de la ejecución que lo hizo bajo presión de la policía.

"El sistema judicial no es un lugar adecuado para decidir quién vive y quién muere", apuntó Millsap.

Resaltó que, en primer lugar, en Estados Unidos se aplica "arbitrariamente" porque solamente en 11 de los 50 estados se emplea actualmente, por lo que el mismo delito es castigado en unos lugares con la pérdida de la vida y en otros con la cárcel.

Además, incluso los mejores policías, los mejores fiscales y los mejores jueces "cometen errores".

"Mi error fue solicitar la pena de muerte en un caso que dependía de un solo testigo", apuntó.

De manera similar, el ex juez japonés Kumamoto Norimichi relató la tortura personal que ha representado para él vivir con el recuerdo de haber formado parte del trío de jueces que hace cuarenta años condenó a muerte a Iwao Hakamada.

El reo japonés Hakamada, el prisionero que lleva más tiempo en el corredor de la muerte, asegura que la confesión que llevó a su veredicto de culpabilidad en 1968 la extrajo la policía por la fuerza.

Norimichi recordó que en el juicio sospechó de la culpabilidad del acusado por la falta de "pruebas concretas".

"Pero no pude convencer a los otros dos jueces de que era inocente, y como presidente del tribunal tuve que redactar la sentencia", señaló.

Seis meses más tarde renunció a su carrera en la magistratura apesadumbrado por su papel en el juicio, lo que con los años también lo llevó al alcoholismo y a la depresión.

Norimichi respalda, junto a varias ONG y otros juristas japoneses, la celebración de un nuevo juicio.

Muhamad Zubair abandonó en 2004, tras tres años en el cargo, el puesto de fiscal en la provincia nigeriana de Jigwa por el remordimiento que le causaba su participación en casos en los que no estaba seguro de la culpabilidad del acusado.

Zubair, que relató por escrito su experiencia porque no pudo viajar a Nueva York para asistir al acto, describió las dudas que le generaban "las confesiones" logradas por la policía, que solían ser la prueba más sólida en los juicios.