Tomate que estás en los cielos

Sólo se siente el vértigo de la muerte en el momento de pulsar la tecla "borrar" sobre el nombre de un amigo en el teléfono móvil. Inicio esta entrega con tamaña solemnidad para restar hierro a la tristura que sentirán todos aquellos que, como el menda lerenda (pulsa el vídeo si no entiendes nada), tengan que arrancar sus tomateras este verano, destruidas por la roña. Consuelo de tontos.

Soy nuevo en estas lides, pues cuento con los deditos de mi mano los años que llevaré currándome un pequeño huerto. Por estos pagos atesoramos expertos hortelanos aficionados que podrían dar clases en los mismísimos Kew Garden’s, y salir en la BBC impartiendo apostolado sobre cómo cavar una zanja, orientar plantas, podar, dar lustre y manutención a cualquier mata.

Cuestión de linaje

Por acá, la alta alcurnia y el linaje se miden por el grosor de tus tomates, el verdor y la tersura de lechugas, habas y guisantes, la finura en la piel de tus piparras y pimientos de Gernika, el dulzor de fresas y cerezas, el perfume y la abundancia de tu perejil, el crocante de cebollas tiernas, el blanco de tus puerros, la cremosidad de alubias, nísperos, coles o melocotones.

Soy ya príncipe destronado, pues sin tomateras, mi reino no vale nada. Tendré que arrastrar mi desventura por los puestos del mercado, mendigar tomates y pagar por ellos. Penoso destino para un bidasotarra amante de la cena con tomate en ensalada.

Ya veis, en esta cruzada quedo caballero sin tomates, si no mediasen las circunstancias apuntadas que me otorgó una vil roña en su apogeo.

Llegará pronto la primavera, espero.