Normalmente las ancas de rana vienen con todo el tronco del animal, ensartadas en un palo. Se trata, con ayuda de unas tijeras, de separar las ancas carnosas y prietas del resto del animal, que desecharemos.
Una vez limpias, las sazonamos perfectamente y la pimentamos, con ayuda del molinillo de pimienta negra. En una sartén con el aceite de oliva, arrimado a fuego fuerte, freímos sin que se nos quemen, los dientes de ajo picados.
Una vez dorados, añadimos las ancas de rana y a fuego fuerte siempre, dejamos que se doren perfectamente por todas sus caras, adquiriendo un tono tostado.
Si la intensidad de nuestros fuegos no es muy potente o la sartén que tenemos en casa es pequeña, aconsejamos dorar las ancas en dos o tres tandas, para que no se recuezan y el resultado sea el idóneo. Antes de sacarlas del fuego las espolvoreamos con el perejil fresco picado.
Una vez tostadas "al ajillo", las servimos escurridas en una fuente, acompañadas de 1 limón en cuartos para rociarlas con su jugo, si nos apetecen acidillas.
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