Lavamos los pimientos en agua y los secamos. Los dejamos enteros, sin quitar ni rabo ni pepitas ni ná.
Soltamos los ajos de la cabeza, dejándolos con su piel. Colocamos los pimientos y los ajos en una placa de horno y los espolvoreamos con una pizca de sal, embadurnándolos con aceite de oliva.
Los manoseamos bien, para que se empapen perfectamente y le añadimos una pizca de agua en el fondo. Los introducimos al horno a 200 ° aproximadamente 45 minutos, hasta que veamos que se asan y sueltan un jugo dorado.
Ojo con el exceso de cocción porque si se secan luego no hay quien los pele. Los dejamos templar fuera del horno, hasta que los podamos manejar con las manos y los pelamos, eliminando la pepitas.
Es más fácil pelarlos si los hemos dejado en una bandeja o en un bol tapados o cubiertos con un trapo hasta que se enfríen lo suficiente.
Colamos el jugo del asado y lo vertemos sobre las tiras de pimiento asado. Rescatamos los ajos asados, pelados y los incorporamos también a los pimientos. Los podemos comer calientes, ligeramente sazonados o fríos, en ensalada, solos o con cualquier guarnición que nos apetezca.
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