Dove vai Italia?

La aparición de Walter Veltroni, el alcalde de Roma y candidato del centro izquierda en las elecciones generales anticipadas que Italia celebra el domingo y lunes próximo, pareció abrir en un principio un resquicio de esperanza para quienes desesperaban de la estática y predecible clase política italiana. Veltroni ha hecho una campaña articulada en torno al eslogan "Si, podemos", una versión mediterránea del lema de Barack Obama, basada en propuestas para impulsar la decaída economía italiana y neutralizar su proverbial falta de transparencia en la gestión pública.

MAX ROSSI (REUTERS)

Carteles electorales en Roma.

Pero a dos días de las elecciones, los últimos sondeos dan como vencedor a su rival, el septuagenario Silvio Berlusconi, quien, de ganar, se convertiría en primer ministro de Italia por tercera vez. Esta posibilidad sorprende a muchos observadores dado que Il Cavaliere perdió la convocatoria electoral del 2006, entre otros motivos, porque muchos votantes desaprobaron su ineficaz gestión económica.

Las negras perspectivas financieras de Italia han sido un factor crucial en esta convocatoria sobre la que también ha pesado la advertencia del comisario de Economía de la UE, Joaquín Almunia, de que el saneamiento de las finanzas públicas italianas "debe ser una de las prioridades de los candidatos a estas elecciones".

Como en otras convocatorias, Berlusconi ha utilizado con gran liberalidad su ingente imperio mediático tanto en el sector privado como en el público, que incluye el dominio del ente de radiotelevisión estatal RAI. Periodistas italianos en el extranjero analizan el fenómeno Berlusconi y dan su visión de hacia dónde se encamina Italia.

Paola Del Vecchio, corresponsal en España del diario 'Il Mattino'

Una vuelta de Berlusconi tendría un impacto desgastador para Italia, como ya lo han demostrado los anteriores gobiernos presididos por él. En los últimos días, ante la perspectiva de un eventual empate técnico con Veltroni, Berlusconi ha sacado el populismo demoledor de derecha que lo caracteriza, al intentar involucrar en la campaña al presidente de la República (que en Italia tiene un mero papel de árbitro) lo que indica que Il Cavaliere se quiere deshacer del más alto cargo del Estado para tener mano libre en todas las instituciones.

Esto se une a su petición de que los fiscales, a los que acusa de 'rojos', se sometan a pruebas psicológicas. Y a las declaraciones de su mano derecha, Marcello Dell'Utri, condenado por asociación con la Mafia, quien ha dicho que, si gana Forza Italia, se revisarán los libros de Historia para borrar el capítulo que habla de la Resistencia al fascismo de Benito Mussolini. Lo que pretende Berlusconi cada vez que es elegido es hacer punto y aparte, como si el país, las leyes y las instituciones democráticas nunca hubiesen existido. Y eso es muy peligroso para una democracia madura, como la italiana.

Esta es la gran diferencia con Veltroni. Es cierto que los programas electorales de ambos son similares, pero Veltroni no caería en el populismo radical de Berlusconi, que está aprovechándose de la falta de confianza de la gente en la política para lanzar un mensaje caudillista. Ya está poniendo en cuestión que estas elecciones sean legales porque tiene miedo a perder; advierte que quizá no reconocerá los resultados, cuestiona la legitimidad de los representantes políticos elegidos democráticamente. No es capaz de ser un hombre de Estado. Por eso la derecha italiana no es una derecha moderna europea, ni puede entenderse como tal.

STRINGER/ITALY (REUTERS)

Veltroni durante un acto electoral en Nápoles.

En una de sus famosas frases de la campaña, Berlusconi ha dicho: "Tengo en demasiado aprecio a la inteligencia de los italianos para pensar que haya tantos gilipollas por ahí que voten en contra de sus propios intereses". Lo que intenta transmitir a los votantes es que se pueden enriquecer, especular y hacer negocios sin que haya controles políticos o sociales. Pero, paradójicamente, con Berlusconi, Italia ha vivido años de estancamiento económico, porque cuando estaba al mando del país se ha centrado en proteger sus propios intereses y no ha impulsado la economía. Por eso me asombra que la gente en Italia tenga una memoria tan corta.

Claro que el conflicto de intereses de Berlusconi es único en el mundo, con su control de casi todos los medios, públicos y privados del país. Y este es un contexto en el que el mensaje populista al final acaba cundiendo. Imagino que el ama de casa media italiana que ve todos los días programas del estilo de Salsa Rosa acabe con el cerebro un poco blando. Aún así, me sorprendió que la última vez fuera elegido por diez millones de votos. Espero que ahora no lo voten aún más porque no me reconozco en absoluto con Italia. Confío en que la gente reaccione con un voto útil necesario para la supervivencia de la democracia en mi país.

Paola Buonadonna, periodista italiana residente en Londres.

La reelección de Berlusconi sería un desastre para Italia porque lo que el país necesita es estabilidad e Italia ha entrado en un declive económico increíble y casi fatal desde el año 2000. En realidad, Italia no ha crecido en una década, el desempleo es cada vez mayor y los motores tradicionales del país están siendo neutralizados por los efectos de la globalización.

Italia ha estado sentada viéndolas pasar, en una autocomplacencia improductiva, por la que nos creemos "magníficos y especiales" , mientras el resto del mundo crecía o se mantenía pero no se iba por el desagüe como nosotros. Italia es ahora un país donde el salario medio es de 1.000 euros. Cuando leo esto, pienso: ¿pero estamos hablando de Italia o de Albania? Claro que el problema que se plantea es que la primera adversidad con la que nos topemos mandará el país a una recesión.

No creo que sea una cuestión de izquierda o derecha. Por un lado, Berlusconi no representa la derecha en el sentido tradicional en que Europa entiende ese término porque es un líder anómalo con particularidades que no se dan en otros lugares. La 'izquierda' tampoco ha sabido inspirar al electorado. El resultado es que la relación entre votantes y clase política es de desconfianza. La gente ve que las decisiones de los políticos están marcadas por la falta de juicio, por la falta de aciertos. Nada importa. Nada cambia. No se ve entusiasmo ni en la derecha ni en la izquierda.

Una de las principales causas de esto es que la clase política italiana está muy envejecida. La media de edad de los políticos es 65 años y el propio Berlusconi tiene 71. El desinterés del electorado tiene en parte que ver con la falta de renovación, de nuevas caras. Me sorprendió que durante la campaña Berlusconi admitió que no entiende cómo funciona internet. Es como si alguien dijera que no entiende cómo funciona la electricidad. Pero ese es el perfil de los candidatos que actualmente tiene Italia como potenciales líderes del país.

Además, hay temas de los que nadie está dispuesto a hablar. Durante la campaña nadie se ha referido a cómo eliminar el conflicto de intereses y el control de los medios que tiene Berlusconi. Este conflicto es crucial porque el 80% de los italianos está genuinamente desinformado, ya que la mayoría de los medios cuentan la historia como Berlusconi quiere que se cuente.

Tampoco habla nadie de la situación de la mujer en Italia, que va muy por detrás del resto de Europa en derechos laborales y en el sexismo latente que se respira en todo el país. Ni de la Iglesia Católica, lo que los comentaristas denominan 'la hipoteca del Vaticano': una larga lista de asuntos pendientes que los gobiernos italianos no resuelven porque la Iglesia se opone. Ocurrió incluso con el gobierno de izquierdas de Romano Prodi, que todo lo que proponía lo enviaba antes al Vaticano, en espera de aprobación.

Como muchos otros italianos, me siento enormemente decepcionada y soy muy pesimista respecto al futuro de mi país .