Pekín.- El país más poblado del mundo dio hoy la bienvenida a su año nuevo lunar, Año de la Rata, con un gran despliegue de tradiciones, consciente de la celebración de los Juegos Olímpicos de agosto y con medio país sumido en el caos por el frío.
Una mujer coloca unos lazos rojos impresos con unas palabras de esperanza en un árbol del templo Longhua de Shangai, China.
El Año Nuevo Lunar, que celebran más de 2.000 millones de personas en Asia, es un equivalente de las festividades occidentales de la Navidad y el Año Nuevo en una sola fiesta.
Según el calendario lunar, hoy da comienzo el año 4706, de la Rata de Tierra, y China no ha escatimado en tradiciones, colorido, fuegos de artificio y fiestas para celebrar su fiesta más arraigada.
Teatros de títeres, tablillas de buenos augurios, ópera, artes marciales, danzas populares y tenderetes de artesanía pueblan hoy todos los templos y parques de China, con una concentración espacio-temporal de sus tradiciones imposible de observar en cualquier otro momento del año.
Treinta años después del paso de una economía planificada al capitalismo, los chinos se han visto sumidos en tal ausencia de ideales -aparte del monetario- que en los últimos años se están volcando en creencias milenarias como el budismo y el taoísmo.
La muchedumbre se agolpaba hoy en los templos, cargada con cientos de palillos de incienso y postrándose ante la imaginería.
Pero también abraza cualquier tipo de conjuro, ritual o fetiche de buen augurio que le garantice prosperidad, riqueza y salud, con tendencias cada vez más esotéricas y adivinos especializados en dar sentido al mínimo detalle, como la imposición de empezar el año con una pieza de ropa roja y recién comprada.
Así, los elementos más insospechados de los templos, como tortugas de piedra, caballos de bronce o cualquier pedrusco que según el dicho popular pueda traer buena suerte, es manoseado hasta la saciedad por los millones de visitantes.
Además, la desaparición de la red médica y social del comunismo empuja a los chinos a rendir pleitesía a los dioses de la longevidad, los más concurridos en los templos junto con los del dinero.
La gran fiesta se inició en la noche de ayer con la tradicional cena familiar, la preparación de los "jiaozi", o raviolis chinos, que simbolizan la abundancia, y a continuación con toneladas de pólvora que atronaron los cielos con fuegos de artificio.
No faltó el clásico programa de fin de año, emitido por la Televisión Central China (CCTV).
Pero no todo han sido alegrías con la llegada del año, ya que este está siendo el invierno más frío en medio siglo en el centro y sur de China.
Millones de inmigrantes no pudieron regresar a sus hogares a pesar de la mejora de las temperaturas y la labor de las autoridades por reabrir la mitad de las líneas ferroviarias y carreteras que habían quedado bloqueadas por la nieve en los últimos días.
El año nuevo chino provoca en este lado del mundo el mayor éxodo festivo del planeta, con unos 200 millones de inmigrantes rurales atestando los trenes para regresar a sus provincias de origen.
Buena parte de estos inmigrantes quedaron varados en las estaciones, mientras que en las provincias más afectadas por la nevisca, como Hunan, anoche más de cuatro millones de personas intentaban conseguir alimentos, velas y agua ateridos de frío.
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