Madrid.- Todo gran club tiene un código genético, que no sólo conforman los títulos o gestas que quedan en la retina de la afición, sino que es una deuda con la historia, con valores intangibles que, en muchos casos, unen a gentes que no tienen nada más en común.
Fotografía de archivo en blanco y negro fechada el 7 de febrero de 1958 que muestra los restos del avión fletado como chárter "BEA-Elizabethan" en Múnich, Alemania, un día después del accidente que costó la vida a ocho jugadores, dos técnicos y un directivo del Manchester United.
Desde hace 50 años el Manchester United es deudor de un desastre, del accidente de aviación que, en Múnich, segó la vida de parte de la generación de jugadores más prometedora de Inglaterra. Un conjunto que, con un promedio de 24 años, ya había conquistado dos Ligas consecutivas (1956 y 57) y se sentía en condiciones de disputarle al Real Madrid la supremacía europea.
Un equipo que ideó el escocés Matt Busby, en 1952, al promover una regeneración total de un conjunto que ya había sido campeón.
Busby, ex jugador del City durante ocho temporadas, había sido contratado en 1945 y, junto al galés Jimmy Murphy ya había disfrutado de una primera época dorada (Copa en 1948 y Liga 51-52), pero supo dar entrada a una serie de jóvenes talentos, incluso reclutados desde equipos escolares como Duncan Edwards, que no tenían rival en torneos juveniles.
Los "Busby Babes" ganaron su primera Liga con un promedio de 22 años y, con 24, comenzaban el asalto de Europa, con Duncan Edwards como estrella.
Edwards debutó con 16 años en el Manchester y dos después ya formaba parte de la selección inglesa, el más joven hasta la irrupción de Michael Owen, 33 años después. "Fue el único jugador que me hizo sentirme inferior", dijo de él Bobby Charlton.
Los "Busby Babes" marcaron el estilo del Manchester, recuperado en la época moderna por otro escocés Alex Ferguson. Un juego ofensivo que está obligado a darle "el gran momento de la semana" al aficionado que trabaja el resto de días con el único consuelo de lo que va a ocurrir en ese partido, según afirmaba Charlton.
Por eso, la pérdida de ocho jugadores, dos técnicos y un directivo, del total de 23 personas que murieron en el accidente de Múnich, no sólo marcó el futuro del club, obligado a refundarse, sino que le dio su seña de identidad.
Todo tuvo un carácter épico en la tragedia, con miles de pequeñas historias que hablan de predestinación.
El club decidió que a Belgrado, donde debía jugar contra el Estrella Roja, fletaría un chárter, para evitar la experiencia de la eliminatoria anterior, cuando se vio varado en Praga por la niebla.
A ese avión no se subió Jimmy Murphy, la mano derecha de Busby, porque la selección galesa disputaba un partido de clasificación del Mundial contra Israel, y sí lo hizo Geoff Bent, un suplente avisado el día antes ante la incertidumbre que provocaban las molestias físicas del capitán Roger Byrne.
El viaje de ida transcurrió según lo previsto, con repostaje en Múnich incluido, pero a la vuelta, tras conseguir el pase a la semifinal europea después de empatar contra el Estrella Roja (3-3), todo fue distinto.
El vuelo salió de Belgrado con retraso, porque Johnny Berry, que sería uno de los supervivientes, no encontraba el pasaporte y los aduaneros hicieron que se descargase el equipaje para que lo buscase.
Una vez en Múnich, con un paisaje nevado y poca visibilidad, hubo dos intentonas fallidas: en dos ocasiones la nave trató de despegar sin éxito, la segunda después de que los pilotos notasen un ruido extraño en los motores. Por eso, en la segunda ocasión en la que fueron desalojados del avión, Edwards envió un telegrama a su casa "Todos los vuelos cancelados. stop. volamos mañana. stop".
No fue así. El avión trató de salir una tercera vez, sin suficiente fuerza para elevarse sobre la valla del perímetro del aeropuerto, con muchos de los jugadores convencidos de su destino (estoy preparado para irme con el señor, dijo el católico Billy Whelan). El ala izquierda y la cola de la nave chocaron contra una casa deshabitada.
Siete jugadores (Roger Byrne, Geoff Bent, Eddie Colman, Mark Jones, David Pegg, Tommy Taylor y Billy Whelan) murieron en el acto y Duncan Edwards quince días después, con 21 años y 143 días de edad.
Matt Busby no fue informado de la muerte de su joven estrella hasta seis días después, ante el temor de que la noticia agravase definitivamente la situación del técnico, que llegó a recibir la extremaunción en el hospital Rechts der Isar de Múnich.
"Mantén la bandera ondeando hasta que vuelva", le había dicho Busby a Murphy cuando fue a visitarle al hospital.
El técnico regresó a Manchester 71 días después y, pese a que al principio renegó del fútbol, las imágenes del Mundial de Suecia'58, el primero que se televisó, le hicieron cambiar de opinión.
Vibró con el juego de Garrincha, Pelé, Vavá, Didí y Zagallo y decidió recomponer el equipo, con un juego ofensivo, que diez años después de la tragedia reinó en Europa, con Denis Law, Bobby Charlton y George Best.
El miércoles la selección inglesa lucirá brazaletes negros en honor a los fallecidos en Múnich, en el partido de debut de Fabio Capello como técnico de los "pross", y cuatro días después el derbi de Manchester se cubrirá de nuevo de luto y los jugadores del United vestirán una reproducción de las camisetas que lucieron los "Busby Babes" en Belgrado.
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