Detrás de la expresión «estoy quemado» suele esconderse un estado psicopatológico de tipo depresivo producido por sobrecarga laboral. Es el llamado Síndrome de 'Burnt Out' (perdón por el anglicismo), que fue descrito en los años 70 por profesionales de la salud y educadores, pero que hoy sabemos que afecta a otros muchos trabajadores de campos muy diversos.
Hay que 'desconectar' al salir del trabajo
La persona que padece esta patología laboral suele comenzar presentando síntomas de tipo cognitivo, tales como falta de concentración, pérdida de memoria y disminución de la eficacia en el trabajo. Suele también referir pocas fuerzas y sensación de cansancio continuo. Duermen mal. Con frecuencia se despiertan de madrugada y les resulta difícil volver a conciliar el sueño. El estado de ánimo suele ser más que triste, irascible, mostrándose irritables ante cualquier contrariedad. La comunicación con los demás se hace difícil y pierden interés por las actividades sociales y el ocio. En el medio laboral se tornan excesivamente reivindicativos o lo contrario, es decir, con una actitud de cierto pasotismo que les lleva al abandono de las tareas. A menudo aparecen somatizaciones en forma de dolores de espalda, de cabeza, musculares, molestias digestivas o de otra índole. Es importante detectarlo pronto porque si no se trata evoluciona hacia una depresión intensa y puede complicarse con otras patologías como el alcoholismo, las drogodependencias y los trastornos cardiovasculares. El infarto de miocardio es más frecuente en personas que padecen 'Burn Out'.
Son más proclives a desarrollar el síndrome del quemado los trabajadores cualificados que están en contacto más directo con los clientes y los que hacen de su trabajo el pilar fundamental de sus vidas. Hay personalidades más vulnerables que otras a padecer el trastorno. La personalidad obsesiva, perfeccionista, meticulosa, ordenada y con un alto sentido del deber tiene más riesgo. Pero también aquellos con rasgos marcados de agresividad, ambición y ansiedad que viven instalados en la prisa.
Más vale prevenir que curar, dice el adagio. Desgraciadamente muchas medidas para prevenir el síndrome son dependientes del sistema, escapan a nuestro control y son competencia de los gestores y directivos. Afortunadamente hay otras que dependen de cada uno de nosotros… ¿Se te ocurre alguna? Me atrevo a proponer unas cuantas, que quizás te parezcan de perogrullo, pero son esas verdades, según Ortega, las auténticas verdades.
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