EL INFIERNO VASCO  

Hace tan sólo unas horas que el País Vasco se ha vuelto a despertar de una pesadilla que nunca deja abrir los ojos a los ciudadanos. Dos bombas, una en Arrigorriaga, otra en San Sebastián. La misma mecánica de siempre: crear terror, miedo, incertidumbre, pánico. Es la estrategia del terrorismo  y de la barbarie, es la estrategia de un infierno en vida que se vive cada día en Euskadi.

Da igual que no haya muertos; da igual que no haya heridos; da igual que los daños materiales puedan solventarse. Las heridas no son físicas, sino del alma, de la mente y del espíritu. Cuando una bomba provoca un boquete de 20 metros cuadrados da lo mismo que nadie haya sufrido ni un rasguño. El miedo está ya para siempre en el cuerpo

Cada mañana, despertar en Euskadi supone un ejercicio de valentía según a lo que te dediques. Si eres policía, guardia civil, militar, ertzaina, periodista, político... Y también si eres fontanero, electricista o camarero. Nadie se libra de la locura del odio, de la irracionalidad estúpida de una banda fascista y totalitaria. Cada mañana, despertar supone vivir un poco en el infierno si no perteneces a la tribu. Si el clan te da la espalda estás perdido.

Hoy llegarán las condenas de los políticos; las palabras que buscarán unidad de los demócratas; el rechazo unánime por los atentados y la petición a ETA de que se rinda y deje las armas. Pero mañana ya nadie se acordará de nada. Cada uno seguirá a lo suyo, a buscar el rédito político; a luchar por su interés personal y particular. La unidad de todos los ciudadanos para vencer a ETA jamás llega. Y mientras, muchos siguen pagando sus pecados inexistentes en un infierno vasco demasiado cotidiano.