Estocolmo fue una de las primeras capitales en ofrecer el servicio de alquiler de bicicletas para aquellos que no disponen de una propia. Consiste en una tarjeta mensual que te desbloquea la bici de cualquiera de las 60 estaciones repartidas por el centro. Una vez pasado el tiempo límite, hay que aparcarla en cualquiera de las estaciones. Uno puede ver gente vestida de muy diferente forma sobre la bicicleta, y lo único que suele llevar todo el mundo es el casco protector.